Voy a matar todos los perros que se me crucen por el camino. Vaya que acaben padeciendo la rabia y nos la transmitan.
Voy a proponer que cierren todas las fábricas de automóviles. Vaya que se salten los semáforos y nos acaben atropellando.
Voy a dejar de ir al cine, voy a dejar de leer y de escuchar música. Vaya que me intoxiquen con ideas malvadas.
Y por último, en virtud de propietario de mi cuerpo, me voy a cortar un brazo.
Sí, porque con ese brazo, con su mano y sus dedos, puedo hacer un corte de mangas, tirar una piedra, o escribir una misiva subversiva u obscena. Por si acaso.
Después me van a operar, me lo han prometido, y me van a implantar un brazo articulado de última generación.
Qué cruel ironía.
Salvador Gutiérrez Solís
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