Sobre un tema de buchne

Todos se habían muerto. No quedaba
nadie vivo en el mundo salvo un niño
que lloraba día y noche.
La Luna lo miraba tan risueña
que quiso visitarla, pero cuando
llegó la Luna, vio que sólo era
un trozo de madera putrefacta.
Y se fue al Sol entonces, y el Sol era
un girasol reseco, y las estrellas
unos mosquitos de oro diminutos.
Y regresó a la Tierra, que era como
una olla al revés, y estaba solo,
y se sentó a llorar, y todavía
sigue sentado y está solo hoy,
llorando amargamente día y noche.




Luis Alberto de Cuenca
Sin miedo ni esperanza
Visor Libros, 2002

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